Entró un tipo alto, delgado, con buena planta, sereno y seguro.
Nunca lo había visto por los pasillos, pero me transmitió confianza. Enrique
dijo que se llamaba. Después de una breve presentación, nos explicó en que iba
a consistir las clases de filosofía de primero de bachillerato. Que si íbamos a
tener distintos exámenes, que si tendríamos que hacer un blog, que si teníamos
que utilizar Twitter… Todo con la misma voz, pero con varios tonos diferentes,
desde el más grave que te puedas imaginar, hasta el más agudo. a cada cuál más
aturdidor. Tal vez fuese ese el secreto de que estuviésemos tan expectantes ese
día, o para que nos vamos a mentir, nos parecía un poco extraño. Así fue la
primera clase de filosofía.
Detrás de esta, han venido un
par de ellas más. Todas ellas muy interesantes. Las clases de filosofía son
amenas, tal vez sea por el tono de voz del profesor, o porque realmente me
interesa. El caso es que ninguna de ellas me ha decepcionado este curso, todas
han tenido algo diferente. Las explicaciones del profesor han sido casi siempre
correctas, y al final todos entendíamos la teoría, aunque el profesor se fuese
del tema rápidamente en ocasiones. Avanzamos lentamente con el temario lo que
implica más tiempo a cada apartado, y por consiguiente, una explicación más
detallada. Los ejemplos que escoge, son siempre correctos, al menos a mi
parecer, aunque ocasionalmente no sean de nuestro agrado. En fin, de todos
modos esta es una clase más, una asignatura más, pero de la manera que el
profesor las ha planteado me ha gustado mucho.
No hay comentarios:
Publicar un comentario